Dos propuestas
Desde que empezó la pandemia hubo varios momentos en los que Imaginamos Futuro. Sopa de murciélago, teorías conspiranoicas, miedos y angustias reales, charlas políticas: volcamos todo lo que nos atravesaba en un caldero y al beber de él, imaginamos el futuro incierto. Mirando hacia atrás algunas imaginaciones eran más sensatas, otras más apresuradas, otras más atinadas.
¡Pero si siempre nos gustó Imaginar Futuros! ¿Por qué es más pertinente hacerlo ahora? Quizás se esté liberando espacio en nuestros interiores, espacio en el afuera que compartimos. Sobrevuelan las preguntas ¿Qué necesitamos? ¿Cómo lo necesitamos? Vuelan en círculos, bailando también las preguntas que nos hacemos a nosotrxs mismxs con las que nos hacemos como comunidad. Se resquebrajan algunas estructuras, la humedad tomó varias paredes, el momento es ahora: hay que reconstruir nuestro hogar para que quepamos en él cada vez más personas ¡Y que sea hermoso!
Tengo ganas de aventurar dos propuestas, disparadas de lo que está sucediendo con Arte BA. Hace poco pensaba en que no nos cuestionamos mucho la existencia de libros y el lugar que ocupan entre nosotrxs. Siento que hay un consenso generalizado sobre su importancia y valor en la construcción y circulación de conocimientos e información, y en la educación. Incluso la poesía y la ficción. ¿Por qué sucede esto? ¿Es ese valor intrínseco al libro/publicación? ¿Tiene que ver con la posibilidad de vincularnos con el texto? ¿Por qué podemos una gran cantidad de personas (con privilegios y muchas necesidades garantizadas) vincularnos con los libros?
¡Por que nos enseñan a leer y escribir en la escuela! Tan evidente que se esconde. Así que aquí la propuesta: ¡arte contemporáneo en la escuela pública, que nos enseñen a vincularnos con cuantas obras puedan existir! No imagino una articulación Estado-Mercado-Comunidad sin que el arte se vuelva más inclusivo y sus bases crezcan más y más. Cuántas maneras de vincularse con obras que aún no conocemos por fuera del binomio comprar-contemplar ¿aprender, sanar, festejar, encontrar, desear?
Sabemos tejer redes, sabemos construir conocimiento, sabemos investigar, sabemos inventar maneras. Discutamos las formas en que el arte puede aparecer en las currículas, pensemos una educación suave, circular, multidimensional, acuosa, matérica, pinchuda, objetual, performática. Y ya que estamos, participemos de la construcción de las escuelas mismas.
La otra propuesta vuelve sobre la pregunta ¿Qué y cómo necesitamos? para pensar los precios de lo que hacemos. Sí, es trabajo, sí, merecemos que nos paguen justamente y ojalá cada vez más haya más acuerdo sobre esto, hacia adentro y afuera de quienes nos vinculamos con el arte (¡completemos el autocenso!). Pero ¿cómo ponerle precio a lo que hacemos?
Les comparto una manera que descubrí en pandemia y que me funciona (a modo de segunda propuesta). Preguntarme qué gastos mensuales necesito cubrir para seguir viviendo y produciendo y qué relaciones posibles existen entre mis obras y mis necesidades. Cada quien podrá probar, en base a su proceso y la cantidad de energía invertida y materiales utilizados, si esta o aquella obra se acerca más al valor de un alquiler o al de los impuestos, al de la cantidad de plata para comer un mes o al de todos los gastos juntos, en fin, las categorías son infinitas también.
En última instancia, los valores son también relaciones entre lo que producimos y necesitamos y lo que otra persona puede y desea. Imaginemos un sistema de precios conectado a nuestras necesidades y a la de lxs otrxs, anclado en la realidad, en pesos, en venus, en trueque, con rangos de precios. Imaginémos lo en las aulas redondas de las escuelas que nos enseñarán a nombrar la realidad y a nombrarnos a nosotrxs mismxs de maneras plásticas, hermosas y creativas.
¡Imaginemos!