Al Ministerio de Cultura le sobra guita
Mientras dejamos a la Fundación arteBA elegir sus nuevas autoridades, es importante referirse al manejo displicente de los escasos fondos del Ministerio de Cultura de la Nación, que también parece estar gastando bastante mal el dinero.
Sin embargo, no deberíamos dejar pasar por alto una lección: Si hay algo que aprendimos los argentinos en este tiempo es que la designación de un Presidente Delegado es una tarea compleja. Vaya si lo sabrá Alec Oxenford que decidió nominar a un personaje que no cumplía con el requisito más básico: tener una apariencia aceptable. Lamentablemente, ese no parece el único error que está dispuesto a cometer arteBA. Mientras los aspirantes a algún cargo actualizan sus redes sociales con contenido políticamente correcto, la Fundación ha decidido contratar —gracias al lobby de uno de los nuevos miembros del Board— a la consultora McKinsey para que se encargue de buscar nuevos candidatos a la presidencia.
¿Cuánto cobrará McKinsey la hora de trabajo para hacer lo que Revista Jennifer hizo por amor al arte? Esperemos que la consultora pueda hacer algo más de lo que hizo durante el gobierno de Cambiemos: facturar millones en consultoría difícil de implementar en el sector público. La gente de negocios no estaría siendo muy hábil para tomar decisiones políticas. Quizás, en este punto, podrían aprender algo de Cristina que resolvió en una sola noche —y sin mas ayuda que su inteligencia— la candidatura del dueño de Dylan.
“Al Ministerio de Cultura le faltaba amor”, esa fue una de las primeras declaraciones públicas de Tristán Bauer al ser designado Ministro de dicha cartera por el Presidente Socialdemócrata. Su mérito, a partir de 2015, fue haber dirigido una película titulada Tierra Arrasada que se proponía demostrar el desastre de la supuesta gestión moderna de Mauricio Macri.
El Sergei Eisenstein de cabotaje viene con un desempeño mediocre no solo en el área de la cinematografía, su conducción en la pandemia está siendo por lo menos poco asertiva. Después del exagerado escándalo del caso Marchesi, nos sorprendemos con el resultado de la convocatoria a los fondos Desarrollar Cultura destinada a “espacios multifuncionales abiertos a la comunidad en los que actores y colectivos culturales desarrollen la producción, formación, investigación y promoción del arte y la cultura”.
Entre los seleccionados se encuentran proyectos que distan mucho de merecer alguna ayuda estatal específica para este tipo de fondos. 878, uno de los primeros bares de la movida palermitana —bien reputado por sus Negroni— recibió $150.000 pesos. Sus dueños, además gestionan otros renombrados bares de la escena como el reconvertido Los Galgos ¿Por qué el Estado le otorga a una empresa como Old Fashioned S.R.L este apoyo? ¿Cual es el aporte a la cultura que realiza un bar famoso por funcionar a puertas cerradas cuyo modelo de negocio le permitió sobrevivir y expandirse durante 15 años?
Casa de Piedra, un centro cultural en el municipio San José del Departamento Santa María, provincia de Catamarca solo recibió 60.000 pesos, en un paraje donde este lugar representa el único espacio público abierto a la comunidad y situado en una zona inhóspita, incluso para la gente de la misma provincia. Aparentemente, sus 528 habitantes no merecen tanto como los agobiados emprendedores del AMBA que deben padecer las siete plagas de Egipto…
Incluso en las artes visuales llama la atención que Del Infinito Arte S.A sea beneficiada con $100.000 pesos. Como centro cultural es, cuanto menos, cuestionable su aporte: una galería de arte sin acceso desde la calle, con un horario reducido y en una de las calles más caras de la Argentina. Quizás, peor que haber recibido el subsidio sea haberlo tramitado ¿Acaso el propietario de la galería tendrá problemas para pagar las expensas del lujoso departamento en Palermo Hollywood que comparte parcela catastral con La Mar de Gastón Acurio o el aún menos accesible Uptown bar? El mismo monto recibió el único centro cultural de la localidad de Anguil, provincia de La Pampa.
En esto tengo que estar de acuerdo con Juanqui Lynch y con Alec Oxenford con quienes comparto la necesidad de reconsiderar el rol del Estado. No podemos estar subsidiando sin criterio a quienes no lo necesitan. Un Estado que trabaja por la justicia social no debería olvidar su compromiso de compensar las desigualdades que surgen en el mercado y mucho menos permitir estas avivadas que afectan los recursos escasos que hoy dispone el Presidente Socialdemócrata.
¿Si un bar de los más rentables de la ciudad y una galería de arte exclusivamente comercial son susceptibles de recibir estos fondos todos los bares y galerías de arte de la ciudad pueden reclamar el mismo subsidio? ¿Por qué ellos podrían y el resto no?
¿Cuantos de los bolsones con polenta, arroz, yerba y aceite que les reparte el Ministerio de Cultura a los escritores podrían comprarse con $100.000 pesos? Quizás estas preguntas sean injustas, pero seamos sinceros, las políticas del Ministerio también.