top of page
Hernán Worthalter

Di Tella, el sector privado te ayuda



Hace algunos años comenzaron a ponerse en valor los aportes del Instituto Di Tella y de aquellos artistas visuales que pasaron por allí. Tanto aquí como en el exterior el interés del movimiento cultural surgido en torno al Di Tella ha ido decididamente en aumento. Artistas que habían sido injustamente colocados en un rol secundario como Federico Manuel Peralta Ramos hoy es ponderado como un vanguardista en los 60. La menesunda, quizás la obra más reconocida de las últimas décadas, ha sido reconstruida para una muestra en el MAMBA y fue enviada a Estados Unidos.


¿Pero qué pasaba en el Di Tella y de que se trataba ese espacio vanguardista sobre la calle Florida, hoy devenido outlet de zapatillas?. Es muy tentador pensarlo como una metáfora de la Argentina. Con su libro "El DiTella", Fernando García nos sumerge en las entrañas del Instituto para llegar a una síntesis de memoria coral e investigación arquitectónica. Luego de casi dos años de investigación en los archivos, las casi 750 páginas del libro son lo más parecido a un street view del Di Tella, sus muestras y su hinterland de cafés como el Moderno o el Florida Garden.


Su prospección llega aún más profundo que intentos anteriores y logra incluso conjurar algunos de esos fantasmas que se creían desaparecidos o que habían sido espectros en un experimento cultural que duró menos de una década.


Fernando García encuentra hallazgos como una carta de Yayoi Kusama pidiendo una fecha para mostrar en el Di Tella. En línea con lo que también escribe Martín Kohan en su último libro “La vanguardia permanente”, lo que se gestaba en el Di Tella y en su zona de influencia fue la última vez en que las artes visuales de nuestro país estuvieron realmente en la vanguardia global de la escena. Incluso los premios de pintura internacional que organizaba el instituto contaban con envíos de los artistas más importantes en ese entonces como Kenneth Nolland y Jasper Johns.


Aunque el libro no explora este asunto (y no le corresponde hacerlo ya que es una “historia íntima de un fenómeno cultural”, según indica el título) resulta imposible escindir el surgimiento, consolidación y caída del Di Tella de la asociación con la familia Di Tella y la empresa SIAM.


Si algo debe quedar claro es que esta vanguardia fue posible por el apoyo sostenido por la familia Di Tella que no era solamente económico. Aunque la nómina salarial se abonada con giros de SIAM y los institutos se financiaban con dividendos de las acciones se habían gestionado algunos aportes de fundaciones norteamericanas.


SIAM llegó a ser la firma metalmecánica más grande de América Latina con una producción integrada y diversificada que bordeaba la frontera tecnológica de los bienes que producía.


Una empresa que nació a raíz de una ordenanza de la Ciudad de Buenos Aires que prohibía el amasado a mano en las panaderías. Torcuato Di Tella calculó que se creaba un mercado para 700 amasadoras mecánicas y constituyó SIAM (Sección Industrial Amasadoras Mecánicas) asociándose con alguien que le garantizaba que la fabricación local sería de mejor calidad y precio que las amasadoras importadas.


El ascenso de SIAM continuó con las posibilidades que se abrían con la expansión del mercado automotor en Argentina. La gestión de Mosconi en YPF creó las condiciones para que SIAM comience a fabricar surtidores y equipos para la explotación petrolífera asociándose con empresas americanas pero con la condición de que el acuerdo incluya la transferencia de tecnología y la producción local de las maquinarias. Acompañando la explosión del consumo durante el peronismo amplió la producción a una línea completa de electrodomésticos.


Sin embargo, las oscilaciones políticas y económicas que nuestro país ha atravesado desde mediados del siglo XX afectaron la supervivencia de la compañía y llevaron a su liquidación durante los 70. A pesar del crecimiento y la innovación de los procesos inéditos en el país la empresa no pudo subsistir a los sucesivos cambios en las reglas de juego, la inseguridad jurídica y el avance sindical sobre la empresa.


Cuando las corrientes desarrollistas estaban en auge en Argentina Siam inició la más ambiciosa de sus expansiones. Debido a las dinámicas ya crónicas de la economía de nuestro país, este despliegue ocasionaría el principio de su caída. Alentado por el gobierno de Frondizi que promovía la industrialización, SIAM encaró la producción de automotores motivado por un mercado local insatisfecho y por los regímenes de promoción industrial que impulsaba el Estado Nacional.


Dado que la producción automotriz requiere de una gran inversión la firma recurrió a créditos privados y a una emisión de acciones. Pero apenas un año después el gobierno ensayó un Plan de Estabilización que dificultó el acceso al crédito y en los meses siguientes se sumaron conflictos sindicales que paralizaron la producción. A partir del 60 las políticas monetarias y fiscales restrictivas y las sucesivas devaluaciones de la moneda repercutieron de manera directa en sus costos financieros además de complicar el repago y financiación de la deuda que había contraído en el exterior.


En solo una administración presidencial se alentó a SIAM a realizar su inversión más ambiciosa para montar Automotores garantizándole condiciones beneficiosas por parte del Estado y luego le cambió completamente las reglas sancionando una Ley de Inversiones Extranjeras contraria a lo que venía pregonando. Esta crisis de sobreinversión activó la debacle de la empresa y del Instituto Di Tella que se financiaba, mayoritariamente, mediante acciones de SIAM en manos de la Fundación Di Tella.


La tenacidad, innovación y capacidad de Torcuato Di Tella y luego de su hijos no pudo subsistir los sucesivos cambios políticos y de política económica en un país pendular y, por momentos, reacio al desarrollo y crecimiento del sector privado. Específicamente en este rubro aún hoy hay pregoneros y defensores del Estado Empresario.


El mayor periodo de auge del Di Tella coincidió con el gobierno militar del General Onganía que perseguía estudiantes, artistas y cualquier tipo de oposición pública. En definitiva nada de la vanguardia de ese momento podría haber sido posible sin el aporte del capital privado que creó las condiciones de posibilidad para el fortalecimiento e internacionalización de la escena. La familia Di Tella sostuvo el funcionamiento del Di Tella incluso cuando le ocasionaba conflictos políticos con el régimen de Onganía que podían complicar el funcionamiento de la empresa.



Lamentablemente, cuando la crisis de SIAM hizo imposible el flujo de recursos a los institutos estos debieron redimensionarse y focalizarse en las investigaciones en ciencias sociales y económicas que requerían menores aportes y contaban con menor exposición política.


Con un Estado pendular con pocas visión hacia la cultura y las artes visuales en particular ya no pudo volver a construirse un fenómeno similar en nuestro país.


Con un Estado en crisis permanente donde la Cultura no es prioritaria (ya lo había dicho Torcuato Di Tella cuando fue Secretario de Cultura de Néstor Kirchner) necesitamos más que nunca los aportes del sector privado. Ellos sólo podrán existir si en el país se mantiene y respeta la propiedad privada, se mantienen reglas constantes y se brindan incentivos a la inversión. La crisis del Di Tella fue, entre muchas razones, por no cumplir estos simples requisitos: el Estado brindó señales y alentó grandes inversiones que requerían una inmovilización importante de capital y luego cambió las reglas de juego en apenas dos años.


En plena pandemia, mientras los museos estuvieron cerrados durante más de un año y no hubo eventos culturales que garanticen una mínima subsistencia a los trabajadores de las artes visuales, un solo empresario tecnológico reinventó sus becas anuales y otorgó 60 ayudas de 100.000 pesos a artistas de todo el país. También aportes privados como el premio En Obra se reconfiguró y otorgó más de 50 ayudas a artistas visuales de todo el país en situación de vulnerabilidad.


Imaginemos cuánto más podrían desarrollarse las artes visuales y las industrias culturales si existiesen leyes nacionales de mecenazgo, empresas que crezcan y empresarios que confíen en el largo plazo sin pensar que manotazo más dará el Estado.


El libro de Fernando García demuestra que es posible, que el talento argentino es de primer nivel y que, principalmente, requiere un Estado que acompañe y no persiga. La sociedad civil, artistas y empresarios, se encargará del resto.



Sobre Historia íntima del Di Tella, Fernando García. (Paidos, 2021).


 

Otros libros sobre la Familia Di Tella y SIAM:


- Las grandes empresas no mueren de pie. El (o)caso de SIAM, Marcelo Rougier y Jorge Schvarzer.

- Los Di Tella. Una familia, un país, Nicolás Casess. Aguilar

- Torcuato Di Tella y SIAM, Thomas Cochran y Rubén Reina. Lenguaje Claro editora.


Comments


RECENT POST
bottom of page