FRENTE AMARGUISTA POR LA LIBERACIÓN DEL MALESTAR*
Me despierto en el medio de la noche, grabo un audio contando lo que soñé, mi atención -insólitamente- se dispara hacia “Vendo miedo”, la muestra de Alfredo Dufour en Constitución Galería. En un estado de ensoñación, una voz somnolienta murmura preguntas:
¿perdió Alfredo el don de la magia?
¿Perdió el don de la tristeza?
¿Ya no hay muecas de payaso triste capaz de poetizar la pesadez de la realidad?
¿Está condenado (Alfredo) a ver lo que ve?
Me levanto sorprendida, siento que di con una punta para empezar este texto que hace rato quiero escribir. Pero como sucede con esos momentos de vigilia, es difícil seguir el hilo.
¿Con qué soñaría Alfredo mientras hacía esas obras? ¿Cuáles serían sus pesadillas durante esas noches? ¿Soñaría con dinero o con muerte?
Lo recuerdo y lo imagino repitiendo: tengo miedo. Quiero hacer algo feo. Algo malo está por pasar, más malo aún, más malo todavía. Está pasando ya. ¿Qué están haciendo, no lo ven? Hay que hacer algo que dé cuenta de este momento, de esta violencia. No es suficiente. No es suficiente. Algo malo. Estoy mal. Tengo miedo. Qué divertido. No quiero escandalizar. Quiero escandalizar. Qué divertido. Algo malo. Tengo miedo. Algo malo, qué divertido, muy malo. Está por pasar.
*
La muestra terminó hace unos días, pero voy a hablar como si estuviese sucediendo ahora.
Con un montaje que escenográficamente elude a un museo clásico, paredes grises oscuras (bien de diseño de interiores) luces puntuales marcan un recorrido en el que,sobre bases del mismo gris se suceden una serie de esculturas formando una procesión.
El recorrido. Abrís un cortinado gris y un ataúd reluciente escala 1.1 se impone para dar la bienvenida, “Chocolate” se llama la obra (y esta vez sólo en los títulos escucho una risita, y hasta por ahí no más). Dos dildos cogiendo sobre una almohada, “Let's get social”. Un celular con la imagen de un policía que te quiere culiar en grindr “Odio hoy con quien despertaré mañana”. Una escultura de Marilyn Manson, o mejor dicho de su alterergo “Omega” avanza con una bolsa de Zara en sus manos. La palabra “Cafecito” escrita con letras corpóreas sobre la pared gris. Y al final -la frutilla de la torta- un cuadro de Evita, un poco roto y viejo, desarmándose al lado de dos bolsas de basuras negras, “La razón de mi vida”.
Si la sala de un museo fuera un espacio arquetípico simbolizaría la separación con la vida, ahí se muestran los restos de algo que estuvo vivo. Acá, en este caso, eso que ya vivió, que está ahí, sin posibilidades de uso, es el presente casi inmediato. Es eso que estaba sucediendo en el camino que hicimos para llegar a la galería. Es que el futuro llegó, y es un presente en donde las potencias espirituales y simbólicas que movían la vida han perdido su potencia. La evidencia de un mundo donde todo es actuado, producido y vivido -el cuerpo, la sexualidad, el lenguaje, la política- como consumo y espectáculo.
Las esculturas son de tergopor y cartapesta, pintadas con acrílicos, algunas barnizadas para simular el brillo del material que emulan. El tratamiento de las piezas es la de un escultor artesano, aprendiz de programas de tv y recetas familiares. La alquimia del tergopor, esa basura liviana con la que Alfredo esculpe esta pesadez es la única paradoja, (y quizás algún guiño con las palabras que usa para titular las obras), el resto es plano y fatal. No hay transformación, no hay chiste. Alfredo mira lo que está ahí afuera, frente al ojo más común, frente a nuestros ojos (hasta a “Omega” podríamos encontrarlo haciendo compras todx dragueadx). Mira, recorta y pega, balbucea y escupe una narración dislocada. Y ahora todos esos objetos nos miran a nosotrxs con la misma desnudez que nos mira nuestra propia desilusión, punzándonos en el punto donde no parecemos ser capaces de otra cosa.
Y en ese punto insiste la muestra, que también a mi modo de ver contiene otra pieza: el flayer, en el que el nombre de la exhibición aparece a modo de cartelería inmobiliaria: VENDO MIEDO.
*
La muestra sufre de realismo, de realismo capitalista. Nosotrxs también. Y por más que en cada rincón el arte intente invocar fantasías, magia y suavidades, algo nos sabe a podrido o, mejor dicho, no nos sabe a nada. Es que parece ser, que la magia no hace efecto si en el ritual no hay paso por la muerte. En una época explotada de malestares psíquicos, materiales y planetarios, de discursos de odio, de pulsión de muerte desenfrenada, dedeseos de aniquilamiento y verdugueo, es imposible hacer magia (o arte, o política, o cualquier cosa que implique una transformación de la materia) sin vérselas con ese combo fatal.
Ante “eso” hay distintos modos de afectación, Alfredo toma cierta distancia, su cuerpo no convulsiona en las formas que produce, pero sus ojos están asustados y no fingen demencia. Su procesión mortuoria confirma lo que ya sabemos. Alfredo está dark, y no propone nada más que mirar, mirar a afuera, ahora. Para el resto se da de baja.
Si queremos elaborar ese malestar, convocar otras imaginaciones, fantasear, seguir insistiendo en la vitalidad de lo común, o en ciertas potencias de la experiencia, no será sin hacerle lugar a la desesperación, al temor y la impotencia. Y también a la muerte, y a todo lo que está ahí afuera, esperándonos.
*escuchado en una historia de Instagram de s.d.k.
Sobre Alfredo Dufour/VENDO MIEDO/ Galería Constitución del 27 de mayo al 15 de julio 2023
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