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Emilia Casiva

Sujeto tácito



El sujeto tácito es aquel que no aparece, pero que se puede deducir por el contexto o la desinencia. Respecto del contexto, que el sujeto no aparezca no significa que se borre del mapa, sino más bien que busca ocupar un lugar determinado en él: el lugar de lo implícito. Esta impronta fantasmática (de lo que existe en estado de hipótesis o de construcción elíptica) ha sido, históricamente, propia de lxs artistas que hacen arte sobre el arte. Por eso el sujeto tácito ha encontrado su contexto más cabal en el arte contemporáneo. He allí su trama, y su circunstancia. Pero ojo: con esto no nos referimos a aquel modelo de artista que busca encarnar la posición de lo “impersonal”, forjada en el canon del arte conceptual. Porque estamos hablando de fantasmas, y los fantasmas no son “impersonales”. Son -cuando menos- un vacío acentuado con fuerza y -cuando más- un cambio de posición tal, que ha arrastrado consigo un significativo cambio de estado.


Respecto de la segunda manera de deducir el sujeto tácito (la desinencia), cabe recordar que esta es la forma en que terminan ciertas palabras, con el fin de expresar las modificaciones que una acción cualquiera sufre por efecto del tiempo, por efecto de la persona que la ejecuta y por efecto del modo en que lo hace. A la hora de conjugar una acción, se considera que tiempo, persona y modo son accidentes. Aquí les diremos accidentes fundamentales, ya que las desinencias del sujeto de esta muestra (espero que se note que estamos usando las reglas gramaticales como metáfora), se juegan por entero en la relación con distintos tiempos, modos y personas.


Sucede que en esta muestra cada obra fue planificada específicamente para ser producida o ejecutada por tercerxs, un procedimiento que Javier Soria Vázquez despliega con voluntad programática. Imaginemos por un momento que ya hemos digerido el hecho de que las obras de arte puedan ser realizadas a) mecánicamente, a partir de instrucciones precisas y de un repertorio fijo de acciones; b) de manera delegada; c) mediante ejercicios de traducción automática de los procedimientos y materiales estándar de diferentes disciplinas (en este caso, de la música a la pintura y viceversa). Ahora bien, cuando Javier explora estas posibilidades no lo hace para convertir a las obras en el ejemplo de su plan específico, ya que un ejemplo está para ilustrar algo que tiene una existencia previa, aunque sea en forma de idea. Lo que Javier hace es preparar una escena (la atmósfera cuasi- teatral de estas performances no es menor), poner en ella determinados materiales, proponer procedimientos, y confiar en que sean los accidentes fundamentales los que la compongan. Así sucede también en otros de sus trabajos, donde tanto las resonancias (que son ecos siempre deformados), como los incidentes y los cambios que opera el tiempo, están en el corazón del plan, conformando el núcleo del mecanismo diseñado para llevarlo a cabo, en lugar de ser algo secundario a él.


Aunque lo más importante, creo yo, es que estas obras no nos están hablando de entregarse al azar, o de apostar por lo puramente contingente o imprevisto. No. Si existe algo así como un corrimiento subjetivo en el trabajo de Javier, es para no ocupar él mismo un lugar más preponderante que las cosas, las acciones, lxs ejecutantes y los materiales (musicales, pictóricos, performáticos) que se ensamblan en sus obras. Al igual que en las historias de fantasmas, donde un guante, un grito, una pelusa o una sombra que pasa velozmente al fondo del pasillo, son elementos que despliegan cada uno su poder activo y su creatividad particular, sin que ninguno esté por arriba del otro a la hora de componer el drama. Es por eso y no por otra cosa que las historias de fantasmas abren nuestra percepción: porque nos enfrentan a fuerzas actuantes muy distintas, en una escena en la cual todas ellas tienen la misma jerarquía. Por lo mismo, no es que el sujeto de esta muestra se corra a un costado a fines de erigir un limbo impersonal dentro del cual “se activarían” las obras (como dijimos, esa es la posición típica de cierto arte conceptual), o para representar una moral ingenua (abandonada candorosamente a la espontaneidad y la contingencia, o a las mieles relacionales). Quizás Javier toque algo de estas posibilidades, eso no me animo a afirmarlo del todo. Pero lo que digo que “importa”, es que si en estas obras el sujeto está corrido del centro, es porque coexiste en una vitalidad común con los distintos elementos que se enlazan entre sí, para componer la escena de sus apariciones.


Sobre Sujeto tácito de Javier Soria Vazquez en el Museo de Bellas Artes de Salta-


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