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Mario Scorzelli

Agujeros negros mundanos




“Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada.” Perón

“Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón.” Evita



Los científicos, algunos, y el intelecto general de Wikipedia, que por el momento tiene un rigor tan precario como el de cualquier Secretario de Comercio en medio de un proceso hiperinflacionario, coinciden en una cosa: “Un agujero negro​ es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal, que ninguna partícula –ni siquiera la luz– puede escapar de él.”¹ Los agujeros negros que, según las leyes de la física y el conocimiento popular se encontrarían a millones de años luz, en realidad podrían estar mucho más cerca de lo que pensamos. No estoy hablando de algún experimento estrafalario con aceleradores de partículas, sino de cosas bastante más mundanas.


Lo que me gustaría proponer es que los agujeros negros no son solo distantes formaciones cosmológicas, sino que también pueden ser algo parecido a lo que los científicos sociales llaman –con una absoluta falta de consideración a la materia– formaciones discursivas. En este punto, seguramente, algunx se esté preguntando: “¿en serio? ¿vamos a cambiar los agujeros negros por formaciones discursivas? ¿Cómo si no fuera suficientemente problemático saber de qué estamos hablando cuando hablamos de agujeros negros ahora resulta que vamos a hablar de formaciones discursivas?” Es probable que tengan razón. Entonces, para ser más claro y más sincero, en vez de usar formaciones discursivas voy a usar un adjetivo para denominar a estos agujeros negros mundanos.


Un agujero negro mundano es algo que tiene la fuerza suficiente como para devorar todo nuestro universo y, aunque suene dramático, vivimos junto a ellos casi sin darnos cuenta. Algunos llegan al punto de pasar tan desapercibidos que adquieren el estatuto de sentido común incuestionable. Quizás, si desarrollo brevemente un par de casos simples resulte más claro entender de lo que estoy hablando. Sin embargo, debería aclarar que podemos correr el riesgo de que se mezclen las cosas. De todas maneras, hay que estar dispuestos a hacerlo para hablar de agujeros negros.


Levantemos imaginariamente la mirada al cielo nocturno y viajemos millones de años luz hasta que aparezca frente a nosotros, como si se tratara de algún documental de youtube, la imagen de dos gigantescos agujeros negros, uno a la derecha que nos dice todo debe someterse a la ley moral y otro a la izquierda que afirma todo se escapa de la ley moral. Guau… ¡Qué maravilloso! ¿pueden ver esos colores?


Desde la comodidad mental de nuestra distancia disfrutamos de un espectáculo colosal al ver el despliegue de esas fuerzas sublimes que lo devoran todo. Planetas, satélites, naves espaciales, civilizaciones extraterrestres, astronautas perdidos, polvo de estrellas y tantas cosas más que dan vueltas en el espacio están ahí en medio de ese torbellino tironeadas de ambos lados hasta que se decida su destino. Suena como algo aterrador estar al alcance de esos campos gravitatorios, y de alguna manera lo estamos.



Imaginemos ahora, por ejemplo, cómo se sentirá cualquier hijx de vecinx porteño cuando tenga que ir a la escuela después de la prohibición del uso del lenguaje inclusivo y se vea sacudido por la fuerza del respeto a la norma de la lengua y la fuerza de la transgresión. Es verdad que una parte del lenguaje está articulada en el orden discursivo y tiene mucho que ver con las reglas, pero también hay otro aspecto formal, más plástico, en el que la materia importa (algo de esto se puede ver en el Origen poligénico del lenguaje articulado que Florentino Ameghino empezó a escribir a fines de 1910 y ahora se continúa escribiendo solo). Lo más interesante quizás suceda ahí, más allá de lo que se diga sobre este tema. En ese otro agujero negro mundano en el que todo se escapa de las reglas. No deberíamos olvidarnos que fueron necesarios miles de años de evolución para modelar nuestros órganos hasta desarrollar la forma que hizo posible la a, la o, la e y la x; y fue necesario internet para que aparezca la @. La nariz, la garganta, el paladar, las cuerdas vocales, los labios y los dientes también sienten cosas y aunque el agujero negro mundano que prohíbe el lenguaje inclusivo ejerza su fuerza sobre ellxs, son capaces de responder con una total indiferencia revolucionaria; como si fueran inmunes a su atracción gravitatoria. En términos políticos, es decir, hablando desde el interior de ese agujero negro mundano donde todo es político, se podría encontrar una oportunidad estupenda para la politización de lxs niñxs. Sobre todo si pensamos en un escenario en el que se dice que la transgresión se volvió de derecha. Si reconocemos que a la politización de los jóvenes militantes le debemos algo del kirchnerismo y a lxs adolescentes youtubers algo del auge liberal-libertario, quizás ahora sea interesante escuchar qué están planeando lxs niñxs, porque parece que la política también puede hablar con dentadura de leche. Suena lindo, pero no se trata solo de discursos, si los niñxs no tienen ideas propias sus dientes las tendrán por ellxs.


Pero… qué son esos agujeros negros mundanos que siguen pareciendo cosas tan abstractas y ahora encima llevan los nombres aun más problemáticos de la ley moral y la transgresión. Quizás podríamos hacer una pequeña digresión caprichosa y volver a las citas del comienzo para seguir desplegando nuestra argumentación sobre su funcionamiento. Esa popular cita del General Perón que dice “Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada” nos explica como es el funcionamiento del agujero negro mundano que surgió como una respuesta desesperada a otra fuerza que viene atormentando a lxs filosofxs hace miles de años y que bien podríamos caracterizar con belleza gracias a las palabras de una artista como Evita que dijo “Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón”. Según esta narrativa el desafío del peronismo sería hacer del orden cósmico una cuestión mundana y de la lucha entre la política y el arte una historia de amor apasionada, casi imposible. Pero, como dijimos, los agujeros negros mundanos no son solo algo discursivo y esto no es más que una pequeña digresión ilustrativa.


Lxs filosofxs tienen mucho que ver con la creación del agujero negro mundano de la ley, para algunxs se trata de un invento de Kant que lleva el nombre de imperativo categórico, para otros se trata de la Ley Moral de Fichte, o incluso han llegado al punto de identificarlo con el Leviatán. Mientras que otrxs dicen que fueron lxs artistas lxs encargadxs de abrir el agujero negro mundano de la transgresión con el que empezó todo. De todas maneras, quizás no importa tanto conocer el origen como saber sobre su funcionamiento.


Parece que en algún momento del siglo XVIII era habitual comparar los sistemas filosóficos con el mobiliario de una casa, las ideas podían estar en un cómodo sillón desde donde se desplegaba la complejidad de todo el universo, ordenadas en una biblioteca con varios estantes según el tema o encerradas dentro de un cofre como un tesoro misterioso. Quizás, recién ahora, llegamos al punto por el que dije que los agujeros negros mundanos son cosas que están más cerca de lo que creemos. El mobiliario no es algo inerte, son fuerzas inconmensurables capaces de animar el espíritu de las personas que se repliega para ordenarse en un servilismo jurídico incondicional –evitando el colapso cósmico– y se despliega para someterse al consumo de una manera extravagantemente anormal –haciendo que las cosas parezcan valer la pena–. Por eso, el armario y la vitrina, que nos resultan tan familiares, tal vez sean los mejores muebles para conocer como funcionan los agujeros negros mundanos.



Un artista que estuvo vinculado a ese mobiliario, quizás con más compromiso que ningunx otrx, fue Federico Klemm. Hace unos días, gracias a una amiga, tuve la oportunidad de conocer su cuarto privado dentro de la Fundación. El sillón, la alfombra, los portarretratos con sus imágenes, las pinturas, nada parecía tener realmente esa nota diferente que unx esperaría encontrar en un espacio realmente privado. Sería redundante tratar de aplicar lo que vengo contando para decir algo más sobre la obra de Federico Klemm, que parece no entrar del todo en ningún armario y escaparse un poco de cualquier vitrina. Quizás, algo de todo esto apareció, de una manera más linda, es decir material, en la exposición Telecristales y Homoerotismo. Así que mejor terminar acá, con algunas ideas sueltas que salieron de esos agujeros negros mundanos:


1. Al armario le corresponde la rusticidad, como si se tratara de alguien que aún no se ha cambiado, mientras que la vitrina se caracteriza por ser un lugar melindroso.


2. El armario se parece a los huesos del cuerpo porque es una estructura con cierta rigidez que permite mantener unidas las cosas, mientras que la vitrina se parece a esa parte externa, frágil y carnosa que conocemos con el nombre de piel.


3. La vitrina no sería tan linda si no hubiera armarios, pero el armario no sería interesante sin las vitrinas.


4. En la vitrina hay espectáculos y, aunque creamos estar participando, siempre estamos un poco afuera porque el lugar de la realidad suele ser el interior del armario.


5. La vitrina está perfectamente iluminada y el armario es profundamente oscuro.


6. Hay casos sobrenaturales que suponen un gran desafío para el entendimiento pero puede suceder que el armario se encuentre en la vitrina y la vitrina en el armario.

“Telecristales y Homoerotismo” curada por Federica Baeza, Guadalupe Chirotarrab y Santiago Villanueva es el primer episodio del homenaje a Federico Klemm que se titula “Encantador De La Noche. Federico Klemm 1942-2002”.

notas:

¹ Colaboradores de Wikipedia. Agujero negro [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2022 [fecha de consulta: 21 de junio del 2022]. Disponible en <https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Agujero_negro&oldid=144323552>.


imágenes:

(1) Federico Klemm, Cristología Sangrante, 1998. Cortesía Archivo Fundación Federico J. Klemm.

(2) Federico Klemm en traje de pitón, adquirido en Christe's de Nueva York, en la subasta de objetos personales (joyas, ropa, muebles y obras de arte) de Rudolf Nureyev, 1995. Cortesía Archivo Fundación Federico J. Klemm.

(3) Edgardo Giménez, Mueble del águila y los gatos, 1964, madera pintada, talla de águila y luz, 236 x 180 x 48cm. Colección Fundación Federico Klemm.


 

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