top of page
  • Mario Scorzelli

El Tao del Ministerio


"Todxs tenemos un corazón psicobolche" G.M.

Es difícil que podamos sacar alguna idea clara de las infinitas y contradictorias páginas escritas sobre arte y política, quizás algo más útil resulten los vagos recuerdos de una charla en el bar o las anécdotas que se repiten exponencialmente malversando algún comentario dicho frente a un objeto de apariencia inerte que supo estar encerrado entre cuatro paredes. Cualquier definición escrita que intente explicar las causas de esa conjunción, por más meditada que sea, no se acerca siquiera a mostrar un reflejo borroso de las mismas meditaciones que le dieron lugar.


A veces la unión entre arte y política parece como esos matrimonios de conveniencia arreglados para obtener algún tipo de beneficio extrasentimental, otras veces la disyunción parece un conector más lógico para expresar esa relación problemática que intenta unir cosas con una densidad tan diferente como las del agua y el aceite. Sin embargo, a pesar de esta ausencia general de certezas, tanto el arte como la política parecen tener un potencial efecto común: transformar, o mejor dicho modelar, la vida del animal humanx.


Lxs artistas y lxs políticxs, a diferencia de lxs amigxs, son capaces de afectar nuestras vidas sin la necesidad literal de que lxs conozcamxs personalmente. Para entender este carácter de alguna manera impersonal, alcanza con revisar los pronombres de los refranes más populares del proteccionismo y observar que el único que utiliza posesivos de primera persona altamente afectivos es “me cuidan mis amigxs”; porqué del arte dicen que te sana y del estado dicen que te protege. El arte y la política no son como lxs amigxs, en el sentido de que no dependen exclusivamente de nuestra percepción sobre ellxs. No son realidades subjetivas aisladas, son cosas; o mejor dicho, son algo colectivo.


Digo todo esto porque estoy pensando en alguien que nunca conocí personalmente, y —aunque supongo que si— no puedo estar seguro si me hubiese gustado conocer. Es algo incomprensible, más allá de la frivolidad sentimental, la voluntad popular del animal humanx de querer estar cerca de lx artista o lx políticx admiradx y, si tiene suerte, sacarse una selfie para subirla a las redes. Algo parecido parece haber dicho Myriam Bregman luego de ser fotografiada con Sergio Massa en el Congreso: "a algunos les gusta mostrar fotos de besos". Es que, justamente, si lx artista y lx políticx tienen algo mágico —y estoy seguro que lo tienen— es el poder de afectarnos sin la necesidad textual de estar presentes aquí y ahora, sino miremos la silla de Máximo Kirchner en el momento de dar quórum para la sesión que trato el acuerdo con el FMI. Quizás, más allá de la desacertada evaluación sobre su potencial efecto, ese haya sido el gran descubrimiento de Walter Benjamin.


Hay una obra de Martín Legón que logra expresar en mí esa relación extraña con el aura. Es una serie de fotos tomadas con una cámara doméstica que retratan al artista posando junto a réplicas de cera de algunas de las personalidades políticas más destacadas del planeta como Fidel Castro y Angela Merkel. Pero no dejemos que las fotos hagan lo que mejor saben hacer: detener el tiempo y distraernos; mejor sigamos adelante con el relato y construyamos nuestras “propias” imágenes mentales.


En este momento, mientras caen piedras en el Congreso, hay unx politicx redactando algún proyecto de ley en la comodidad de su despacho y con el aire acondicionado a 20 grados, mientras una tacita de porcelana blanca con sus 8 cm de diámetro cubiertos de café espera a que realice una pausa para otro sorbo. En algún sucucho oloriento y apretado de bártulos, en compañía de un mate lavado, unx artistx está dibujando. Estas dos escenas que en principio no tendrían mucha correlación, coinciden solo en un punto que no debería pasar indiferente: las dos están afectando nuestra vida.


Volviendo al artista en el que estaba pensando al principio, se trata de Gumier Maier. En realidad, siendo más preciso, estaba pensando en "El Tao del Arte”, aunque al fin y al cabo es lo mismo, pensar en un artista generalmente es una cuestión metonímica. El Tao es un texto muy popular dentro del pequeño círculo de artistas y escritorxs. Un texto que no nace de la libertad irrestricta atribuida a las palabras que aparentan no perseguir ninguna finalidad especifica, sino que está supeditado a su voluntad de acompañar las obras de algunos artistas que pasaron por el Rojas. Sin embargo, si algo parece querer mostrarnos Gumier Maier con sus palabras —y con sus objetos— es que siempre hay lugar para que algo independiente y semióticamente inútil se exprese. (Y lo mismo sucede con total indiferencia de sus intenciones)


Lo que me llama la atención del texto no es ni su controversia con Pierre Restany sobre la estética del arte rosa light ni los debates sobre la política menemista, tan presentes en las argumentaciones de los minuciosos trabajos de historiadorxs. El fragmento que a mí más me gusta es este:


«Los desarrollos de la física subatómica así como de la cosmología de los agujeros negros nos conducen a un nuevo paradigma de las ciencias, de nuestra posibilidad de conocer. Desde las más duras, las más "científicas" de nuestras disciplinas del saber, el modo en que occidente ha venido pensando el mundo y la vida se ve colapsar. Fritjof Capra ha escrito un libro encantador: El Tao de la Física. Allí señala: "lo que nosotros vemos u oímos, no son nunca los fenómenos en si (...) a medida que penetramos cada vez más profundamente en la naturaleza, tenemos que abandonar también cada vez más las imágenes y los conceptos de nuestro lenguaje". Frente a las ansiedades que estos cambios desatan, el furor racionalista acude con sus bálsamos. El orden del discurso reduce las singularidades a la planicie de los géneros. "La mayoría de los fenómenos del universo no es tan adscribible a modelos estables, como más bien a la inestabilidad (...) las disciplinas humanísticas, al contrario que la "nueva ciencia", no se percatan mucho de ello.»


Después de tantas vueltas posiblemente alguien esté esperando que este texto diga algo, aunque tal vez sería mas interesante pensar en las cosas que no se dicen. Siendo consecuente con mi precaria interpretación, creo que intentar desplegar un análisis y extraer conclusiones no tendría ningún sentido, o al menos ninguno lindo...


Más allá de esto, los limitados esfuerzos humanxs, en su vocación obstinada de darle algún sentido coherente a la existencia del mundo que parece un gran vacío, no logran desanimarme. Quien sabe... quizás las disciplinas humanistas sean solo una cuestión de indisciplina inhumana, o a lo mejor ese sea solo el punto de partida para afrontar el nihilismo aterrador en busca de un lugar más lindo.


Para seguir dando vueltas a ese misterio, y porque no al ministerio, estos días se pueden ver algunas obras de Gumier Maier de la mano de Santiago Villanueva, Claudia Del Río, Juan del Prete y Fernanda Laguna, casualmente en la sala de exposiciones de Di Tella.


 

"Todo es mucho" de Fernanda Laguna, Claudia Del Río, Jorge Gumier Maier y Juan Del Prete con curaduría de Santiago Villanueva en la sala de exposiciones de la Universidad Torcuato Di Tella. (Del 23 de febrero al 25 de marzo.)



otras notitas:


"Leyes absurdas" de Rodrigo Barcos

"Gumier, su vida en la isla" de Mariana Cerviño


RECENT POST
bottom of page