Rosa Archivo 3
Rosa Archivo, al cuidado de Francisco Lemus
El 4 de junio de 1993, tuvo lugar la mesa “Arte light” en el marco del Seminario de Discusión sobre Artes Plásticas “¿Al margen de toda duda?” organizado por Marcia Schvartz, Duilio Pierri y Felipe Pino en el Centro Cultural Rojas. Las principales discusiones generadas en torno al seminario fueron desarrolladas por el periodista Hernán Ameijeiras a través de diferentes entrevistas y notas en la sección de Artes Visuales de la revista La Maga. Esta tercera entrega da cuenta de las posiciones de algunos artistas políticos con respecto a la dimensión social del arte y sus tensiones estéticas. A su vez, comparten sus ideas sobre el arte light y los artistas exhibidos en la Galería del Rojas.
Hernán Ameijeiras
El arte político es para meter dedos en el culo de la gente
Miércoles 16 de junio de 1993, La Maga
Hace algunos días, en una charla en el Centro Cultural Ricardo Rojas, se planteó una discusión entre los que realizan un arte supuestamente descomprometido, light y en aquellos que hacen obras cargadas de sentido, combativas y con actitud militante. En este informe, cinco plásticos –Fernando Bedoya, Teresa Volco, Juan Carlos Romero, Liliana Maresca y León Ferrari– que realizan una producción artística ligada a lo político explican cómo trabajan en una década donde muchas certezas parecen haberse diluido y opinan, entre otras cosas, sobre el presunto arte light.
“El arte político es, para mí, aquél que está relacionado con el famoso compromiso social del artista, que hoy está desvalorizado en el mercado de las ideas”, define Juan Carlos Romero (62 años), mientras que León Ferrari prefiere la denominación de “arte ideológico o social: un arte significante, preciso, claro, racional, mediante el cual el autor se propone decir algo”. “Yo me ocupó muchas veces de la realidad –señala Liliana Maresca (42)– porque me interesa, me motiva, y, de tal modo, me sale una obra no panfletaria que toca zonas de la realidad. Mi intención es la de meter dedos en el culo de la gente; me gusta expresar lo que pienso y llevarlo al extremo”.
Para Teresa Volco (46), “en un sentido amplio todo arte es político. Pero hoy lo político está devaluado, por culpa de los propios políticos; ha dejado de ser el manejo de la cosa pública para transformarse en un simulacro. De ahí sale la dificultad para definirlo. Pero si ponemos el acento en la producción de un hecho de conocimiento, que eso es para mí el arte, es ineludible la referencia política, por acción u omisión.
“El arte político pasa por las ideas –afirma Fernando Bedoya– , uno tiene que hacer una apropiación crítica de las cosas, desarmarlas y mostrar toda la carrocería como es. Yo trabajo en la cuestión de desarmar las estructuras de control que hay alrededor de la imagen”. Para Bedoya, que es peruano y vive desde hace 16 años en la Argentina, una de las estructuras de control es el mercado del arte y también, la teoría del color.
Modificar el espacio
Bedoya sostiene que “este contexto tan aplastante de derrota política me motiva para trabajar” y señala que una de sus intenciones básicas con el arte político es la de “modificar el espacio: tomar un lugar, resignificarlo y establecer otro código con la gente; de esta manera se cambian realmente muchas cosas. Nosotros (por los grupos en los que participó) nos recostábamos en grandes movilizaciones de personas, que garantizaban la total libertad de expresión y dan un marco legal para actuar. Un espacio cerrado, como galería, implica otro tipo de intercambio”. “Hay acontecimientos políticos y sociales tan fuertes que el artista no puede negarse –agrega– : los plásticos que me gustan son los que se miran el ombligo, los que se ubican en un contexto”.
Según Volco, “con la devaluación de lo político nos toca a los artistas convertirnos en políticos y proponer el arte como modo de conocimiento, de producción y de acción que sea el modelo de lo político. Sé que suena un disparate, pero acá y en otros países están apareciendo modelos de autogestión por los cuales a partir de las necesidades inmediatas, la gente se junta y pone en juego su creatividad para hacerse preguntas y dar respuestas.”
“Creo que el panorama actual es desolador –apunta Romero– , pero tengo fe en las nuevas generaciones, que no están golpeadas por el proceso y tienen una idea más clara de lo que puede pasar. Pienso que el socialismo todavía está por empezar, y es por esto que los artistas deben repensar su situación respecto del arte comprometido. Yo voy a seguir haciendo arte político, porque creo que es importante acompañar procesos sociales”.
Ferrari opina que en el campo del arte lo político genera resistencia y sostiene que, sin embargo, “las mayores obras de Occidente son de arte político, debido al apoyo que los grandes artistas del pasado le dieron a la Iglesia y a la religión. Los que se oponen al arte político tiene que recordar que la Iglesia gobernaba y, por lo tanto, aquellas obras sustentaban un gobierno de dictadura delictiva. Era un arte político muy comprometido, no como el que se hace actualmente, que ataca y analiza. Hay que pensar que aquel arte era como si Hitler hubiera tenido una corte de plásticos pintando campos de concentración para mostrar esos cuadros como amenaza para aquellos que no lo siguieran”.
Ferrari pretende, según dice, hacer un arte que sirva para mostrar “alguna forma de represión que pasa inadvertida o que, directamente, está muy clara y bien explicitada”.
Todos los plásticos coinciden en que los hechos más importantes del arte político fueron Tucumán arde, realizado en 1968 y basado en la caótica situación de Tucumán, y El siluetazo, en el que un grupo de artistas impulsó a la producción –en la Plaza de Mayo y en el marco de una marcha en la que se pedía por los desaparecidos– de siluetas por parte de los manifestantes.
El “arte light”
Pero Romero, Ferrari, Bedoya, Maresca y Volco no están de acuerdo respecto del arte presuntamente light que actualmente parece imponerse en el circuito local. “A los que hacen arte light hay cosas que les molestan –dice Maresca–, pero para salir de eso toman la actitud de mostrar algo lindo, divertido. Me interesan Omar Schiliro, que no creo que sea light a pesar de su estética aparentemente liviana, Jorge Gumier Maier, Marcelo Pombo y Pablo Suárez, que tampoco son light. Pienso que lo que existe es un arte de homosexuales, que tiene poder en todo el mundo y son los que están pelando una que me interesa.”
Acerca de este supuesto arte descomprometido, complaciente, Bedoya cree que se trata de “un fenómeno de saqueo de la cantera de lo marginal, de lo popular, por parte de Occidente, significa fetichizar todo, hacer una última fritanga y poner el kitsch en el podio. Esas superficies tan grasas, tan de fritanga, tan de última cocina, tan de brillo, son de un gusto más bien pre-bello para abajo. Constituyen el último curro de las culturas populares; es la grasa del proletariado puesta en escena, con todo el mundo corrupto y feliz danzando en esta gran orgía de fin de siglo. Es patético, pero hay que desarmar esta máquina y mostrarla desde otro lugar. Los objetos de Schiliro son bastante grasas, mersas, y bien podrían estar en una villa. Además, creo que hay ciertos artistas que están trabajando con intención política, que está en la presentación de esas obras, barnizadas y fetichizadas al mango.
Romero, por su parte, sostiene que la palabra compromiso está “devaluada” porque “hay gente que es exitista y está siempre navegando detrás de la zanahoria que es lo light, y que les hace creer que no es importante estar comprometido con la sociedad en que uno vive sino con una cosa muy ambigua y abstracta que se llama arte internacional.”
La ambigüedad
“Este arte de la ambigüedad, que respeto y me gusta, creo que tiene que ver con la superficialidad de la que estamos rodeados. Algunas de las obras que he visto de la gente del (Centro Cultural Ricardo) Rojas reflejan esta superficialidad –opina Ferrari– , lo que no quiere decir que sean superficiales. Creo que con estas obras hay tres posibilidades: que acompañen la farándula del Gobierno, que sean una descripción objetiva de lo que pasa actualmente o que constituyan una crítica”.
Ferrari señala que le interesan las obras de Sebastián Gordín y apunta que “el arte ambiguo está hoy en primera línea, aunque lo de ambiguo no lo digo peyorativamente porque es una cualidad de la pieza.” Volco, en tanto, piensa que “el arte light es solidario con la calesita de la político; por adhesión u oposición, es algo que tiene que ver con lo político”.
El historiador Igor Cerisola [Roberto Amigo] afirma que, durante esta década, los plásticos vinculados con lo político tendrán que recuperar el espacio público perdido por la apropiación del sector privado. Romero coincide: “Se va a recuperar mucho más rápido de lo que se cree. Hace poco, los del grupo teatral español La Fura dels Baus decían que “se acabó la época de hacer cosas porque sí, queremos hacerlas con contenido porque en nuestro país están pasando cosas”. Yo pienso que estaban dando la clave de lo que va a suceder; en Europa, y en Latinoamérica va a ocurrir algo parecido”.
“Además, acá también se ha privatizado la cultura –sigue Romero– y cuando esto sucede nos obliga a nosotros a replantear todo nuestro proceso creativo privatizando nuestras ideas, buscando lugares, medios y formas desapegadas del Estado”.
Maresca opina que “hay espacios por todos lados y no hay que salir a pelearlos. En el (Centro Cultural) Recolete, en (Espacio) Giesso o en el Rojas, si pedís una sala te la dan, y si el artista quiere exponer en la calle lo puede hacer. En este sentido hay una evolución, cada uno puede hacer lo que quiera”.
“La ciudad como soporte de obras se va a reducir –dice Bedoya–. Hoy, si pintás el cordón de la Plaza de Mayo vas preso; al Obelisco lo han cerrado, y se trata de la pared número uno, donde si alguien quería decir algo iba y lo escribía; con el monumento a Rivadavia pasa algo parecido”.
El realismo peronista
“Para volver a decir que hay miseria tal vez no valga la pena poner en marcha el mecanismo del arte”, señala Volco, que junto con Romero, Luis Pazos, Jorge Edwards, Horacio D´Alessandro y Héctor Puppo integra el grupo Escombros. Para estos “artistas de lo que queda” –así se definen– la calle es su galería de arte: en ella llevan adelante sus acciones, performances o prácticas relacionadas con “algún acontecimiento social que afecte”. Romero afirma que “mostrar una imagen sobre la miseria o acerca de la cuestión política no tiene sentido, eso es lo que han hecho el realismo socialista, el realismo fascista y hasta el realismo peronista, según ellos se muestra una población positiva, grandes grupos y familias, todos contentos y felices cuando la realidad es otra. Por la pobreza de la imagen, además están banalizando el mural”.
“La política es tan vieja, las cosas son tan viejas, el hambre es tan viejo que es un lugar común decir que la gente tiene hambre –dice Ferrari–. De tal modo, hay que encontrar una manera –y para eso utilizar los recursos de la vanguardia para renovar el lenguaje– de expresarlo de modo diferente para que la gente retome un significado que ya se había perdido y sacudirla”.
Bedoya dice que le gustan los márgenes (“es un aprendizaje permanente”) y que le interesa “laburar el tema de la superproducción de imágenes y de la híper saturación de información que hay acá, sin que exista consumo. Este fenómeno no ha sido objetivado por la crítica. Además, el terreno del arte es aparentemente el de mayor libertad, pero constituye una cárcel absoluta”.
Obras que también buscan la belleza
No todas las obras de los plásticos que hacen arte político están relacionadas con esta línea. León Ferrari, por ejemplo, además de sus collages y objetos vinculados generalmente con la religión cristiana –este es su tema preferido– realiza también “grafismos o esculturas de alambre, con las que no pienso transmitir ningún significado”.
Liliana Maresca hace, además, “objetos que pueden tener un matiz ideológico o político y otros que no, que tocan diversos temas y en los que me introduzco más en la belleza, señala. Fernando Bedoya aclara que no es “tan esquizofrénico” y, por lo tanto, sus obras responden casi siempre a una intención política, y lo mismo le sucede a Juan Carlos Romero desde hace veinte años. Finalmente, Teresa Volco afirma que maneja “un registro bastante amplio”.
Hernán Ameijeiras
Imágenes:
(1) Liliana Maresca, El ojo avizor, 1991. Colección MALBA.
(2) Juan Carlos Romero, A montoneros, 1974.
(3) Grupo Escombros, Al gran sueño argentino, 1991. Gentileza Centro de Arte, Universidad Nacional de La Plata.
(4) Fernando “Coco” Bedoya, Trepanaciones peruanas, 1991-1993.
#EspiralAños90 edición especial de textos críticos sobre los años 90s
editado por Francisco Lemus y Mario Scorzelli
Rosa Archivo 1: Hernán Ameijeiras "La única posibilidad del arte es la evasión". Entrevista a Marcelo Pombo, Omar Schiliro, Alfredo Londaibere y Jorge Gumier Maier. 7 de julio de 1993, La Maga. pp. 40-41
Rosa Archivo 2: Jorge Gumier Maier "Marcelo Pombo". Texto publicado en la hoja de la exposición Marcelo Pombo. Producción 88-89, Galería del Centro Cultural Rojas, Buenos Aires, del 3 al 18 de octubre de 1989.
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